Julio 2015
En la segunda mitad del siglo 19, una corrida internacional para determinar cual era el germen causador de la fiebre amarilla, enfermedad que atacaba a diversos países americanos, colocó a La Habana en el centro del circuito bacteriológico de la época. Miembro de una generación de científicos fluentes en distintos idiomas, que ultrapasaban la barrera de sus países para llevar a cabo sus investigaciones, el norteamericano George Miller Sternberg y su actuación en busca de descubrir el causador de la enfermedad fueron tema de la palestra del historiador Steven Palmer, de la Universidad de Windsor (Canadá), durante el taller sobre enfermedades tropicales, promovido por la Casa de Oswaldo Cruz y la Universidad de York, entre 1-3 de julio.
En contrapunto a las visiones fuertemente marcadas por una oposición entre centro – asociado a las gran metrópolis europeas y ciudades norteamericanas – y la periferia representada por Latinoamérica y otras regiones consideradas menos desarrolladas, Palmer mostró que una red policéntrica, creativa e inestable dio el ton a las investigaciones de fiebre amarilla en ambos lados del Atlántico en aquel periodo. Ese proceso involucró a laboratorios bacteriológicos altamente interconectados en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
Médico del ejército norteamericano, Sternberg ocupó posiciones temporales en puestos militares avanzados en regiones aisladas y poco desarrolladas del Sur y Oeste del país antes de desempeñar un papel crucial en las investigaciones de fiebre amarilla. Un año después de ser designado para actuar al lado de John Shaw Billings en una bien equipada sala experimental del Museo y Biblioteca del Ejército en Baltimore, visitó el bacteriólogo alemán Robert Koch en 1885 y acompañó sus estudios sobre la enfermedad.
Sternberg conoció a Billings cuando este era director del National Board of Health, autoridad federal de salud pública establecida entre 1879-1884 como respuesta a un brote masivo de fiebre amarilla ocurrido en el sur de Estados Unidos en 1878. La institución apuntó a Sternberg para participar de la delegación que fue a La Habana con el objetivo de estudiar la enfermedad en conjunto con médicos militares españoles y los médicos locales Carlos Finlay, Juan Guiteras y Emilio Martinez.
Los viajes de Sternberg a Brasil y México
Billings estuvo delante de la creación de una de las más importantes instituciones de la historia de la medicina: el hospital y universidad John Hopkins, en Estados Unidos. A su lado, Sternberg actuó en el recién creado laboratorio bacteriológico de John Hopkins, haciendo parte del equipo de bacteriólogos médicos de la institución. En 1887 fue escogido para integrar la comisión de fiebre amarilla organizada para explorar la eficacia de las vacunas desarrolladas por Domingos José Freire, en Brasil, y Manuel Carmona, en México, e intentar determinar el germen de la enfermedad.
El médico emprendió dos viajes: una a Río de Janeiro y otra a la Ciudad de México y Veracruz, donde visitó los laboratorios de Freire y Carmona. Obtuvo culturas de los micro-organismos que cada uno había identificado como los agentes patogénicos de la fiebre amarilla y muestras de vacuna que los dos habían usado en pruebas extensivas. Freire, más tarde lo acusó de haber obtenido muestras de su trabajo de forma antiética, aprovechando su ausencia del laboratorio.
Al concluir sus viajes por Brasil y México, le preocupaba a Sternberg no haber podido recolectar especies patológicos en cada país, imposibilitando una investigación comparativa u original sin ese material. Sus viajes no coincidieron con la estación de mayor incidencia de fiebre amarilla.
A esa altura, Sternberg tomó una decisión lógica: viajar a La Habana para completar su informe. Si bien la comunidad médica creía que la fiebre amarilla era probablemente causada por un agente infeccioso bacteriológico específico, la enfermedad aún era un misterio para los investigadores. La dificultad residía en que los lugares donde las personas contraían fiebre amarilla no contaban con instalaciones en que análisis bacteriológicas confiables podían ser hechas.
La creación del instituto de La Habana
En 1887, esa dificultad fue resuelta casi “de la noche para el día” con la inauguración del Instituto Histo-bacteriológico y de vacunación antirrábica de la Crónica médico-quirúrgica de La Habana. La ciudad pasó a contar con instalaciones bacteriológicas avanzadas, modeladas por el Instituto Pasteur de Paris. La institución recibió alumnos de la escuela de bacteriología y producción de vacunas del instituto francés.
“La capital de Cuba se había vuelto repentinamente el lugar ideal para un bacteriólogo con formación verificar o renegar las reivindicaciones de muchos competidores por el título de descubridor del germen de la fiebre amarilla”, afirmó Palmer. “Era también el local ideal para el mismo Sternberg ir atrás del germen, ya que, como sospechaba, iba a probar que las cuatro reivindicaciones existentes estaban equivocadas , originadas por la complexidad de la enfermedad y el uso de técnicas bacteriológicas ilegítimas”.
La Habana concentraba un gran número de médicos: eran 500, lo equivalente a uno para cada 500 habitantes. Al mismo tiempo, la ciudad también registraba innúmeros casos de fiebre amarilla. Entre 1853 y 1900, casi 36 mil personas murieron por la enfermedad en la ciudad. “El efecto combinado de la presencia de médicos con los casos de fiebre amarilla hizo de La Habana la mayor clínica de fiebre amarilla del mundo”, explicó el historiador.
En este contexto, el cubano Carlos Finlay desarrolló su hipótesis que atribuyó a los mosquitos un papel importante para la transmisión de la fiebre amarilla. Más tarde, Finlay comenzó a combinar esa hipótesis con el análisis bacteriológico, junto a su colega, Claudio Delgado, un médico civil español.
La Habana atrae a investigadores extranjeros
El Instituto Habana fue un proyecto de Juan Santos Fernández, un oftalmólogo local y dueño de plantaciones adinerado, que reunió a un grupo de médicos jóvenes y ambiciosos. “La institución fue fundada como un instituto de medicina tropical de inspiración pasteuriana, y puede ser considerada probablemente el primer instituto de investigación de ese tipo en el mundo”, explicó Palmer. “La inauguración del instituto fue una declaración de la soberanía científica de Cuba”.
No tardó mucho para que extranjeros buscaran en el instituto realizar sus investigaciones sobre la fiebre amarilla. El primero fue el francés Paul Gibier que anunció su descubierta de un bacilo que sería el germen de la fiebre amarilla. Luego, Carlos Finlay anunció en 1887 que había aislado, junto con Claudio Delgado, el germen que causaba la enfermedad.
Esas dos descubiertas hechas en La Habana y las noticias sobre el nuevo instituto atrajeron a Sternberg a la ciudad. Al llegar a Cuba en 1888 fue indicado para trabajar con Diego Tamayo, uno de los más destacados cientistas de la institución. Sternberg llevó a la isla las muestras que colectó en México y Brasil, juntándolas con las muestras de Finlay. También recibió las muestras de Gibier. “La intención de Sternberg era ejecutar en La Habana la bacteriología comparativa definitiva necesaria para verificar la validad de todas las alegaciones de una vez por todas” relató Palmer.
La “limpieza” promovida por Sternberg
De acuerdo al historiador, el círculo de la bacteriología de la fiebre amarilla estaba completo en La Habana, con el conjunto de un laboratorio avanzado, la metodología, el saber técnico y científico y material bruto.
“Sternberg produjo algo invisible en La Habana. Recolectó las mayores expresiones de la bacteriología de la fiebre amarilla en el Atlántico del siglo 19. Extraordinariamente, no produjo nada”, dijo Palmer. “El hizo una limpieza de proporciones espectaculares en ese campo: un informe final para el presidente los Estados Unidos que, efectivamente anunció la muerte de la bacteriología de la fiebre amarilla, dando fin a la esperanza de encontrar una vacuna a través de los métodos pasteurianos.
En Cuba, Sternberg también hizo pruebas terapéuticas con un “tratamiento alcalino”, combinando un antiácido y un antiséptico. Tras aplicarlo en la isla con resultados positivos – ninguno de los pacientes tratados murió, mismo aquellos con casos graves – el tratamiento de Sternberg fue testado en Estados Unidos (Flórida y Alabama), en Brasil y Cuba, nuevamente.
Fuente: Casa de Oswaldo Cruz
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