07 de mayo de 2020
Gustavo Vallejo| Investigador del CONICET, Departamento de Ciencias Sociales/Universidad Nacional de Quilmes.
La Pandemia de Covid-19, transcurre en Argentina con una razonable contención por parte del Estado. Los primeros indicios de la llegada del virus originaron la creación de un comité de médicos infectólogos que pasó a ocupar un lugar preponderante en las medidas adoptadas por el gobierno. Una cuarentena muy estricta que se anticipó a la circulación comunitaria del virus posibilitó que en Argentina no sea su principal noticia la cantidad diaria de muertos por Covid-19. Hablar de la Pandemia pasó, entonces, a requerir un desplazamiento de referencias directas a la tragedia hacia otras problemáticas y cuestionar al gobierno acusándolo de priorizar injustificadamente la salud por sobre la economía o expresar el hartazgo que provoca el cumplimiento de la cuarentena ocuparon el centro de la escena mediática. La invocación a las libertades individuales frente a las restricciones basadas en criterios de salud pública, también contribuyó a que la Pandemia diera lugar a un curioso y muy intenso debate en torno al más importante sanitarista de la historia Argentina. Nos referimos a Ramón Carrillo.
Pocas veces en la historia de la Argentina contemporánea, un área del Estado pudo ser alcanzada por cambios que establecieron un hiato en su devenir que separó tajantemente un antes y un después en su funcionamiento. Entre esos cambios se encuentran los que se llevaron a cabo durante los dos primeros gobiernos de Juan D. Perón en el área de salud y que tuvieron como protagonista a Ramón Carrillo.
En efecto, Carrillo sentó las bases del sanitarismo en la Argentina desde su desempeño como primer Ministro de Salud de este país, tras ocupar la correspondiente Secretaría que le precedió. Su gestión desplegada entre 1946 y 1954, tuvo entre sus logros la creación de modernos hospitales y centros de salud en un número superior a los 200, con los que se creó una infraestructura sanitaria que permitió duplicar las camas de internación existentes. Para llevar a cabo estas obras, Carrillo había creado la “Teoría del Hospital”, un compendio con principios orgánicos sobre la conformación arquitectónica-técnica-administrativa que él mismo diseñó previendo las distintas escalas a abordar. Asimismo, se estableció la gratuidad en la atención de los pacientes y en la provisión de medicamentos, los cuales comenzaron a realizarse en el país tras la creación de la primera fábrica nacional que los producía. Y, para ofrecer atención médica en el contexto rural, creó un novedoso tren sanitario con el que logró llegar a los sitios más remotos.
La ampliación del sistema de salud y la expansión de sus alcances operada para abarcar en él a los sectores más desprotegidos, redundaron en la erradicación de enfermedades que hasta entonces eran inherentes a la pobreza, algunas endémicas como el paludismo, otras que presentaban brotes epidémicos como el tifus y la brucelosis. La mortalidad infantil cayó a casi la mitad del nivel que poseía, mientras que la incidencia de la sífilis, el mal de Chagas y la tuberculosis, se vieron drásticamente reducida.
Con Carrillo se instalaron criterios de sanidad pública que ya no tendrían vuelta atrás por internalizarse mucho más en la sociedad que en funcionarios que le sucedieron y que en ningún caso pudieron exhibir logros equiparables a los de su gestión.
Ahora bien, existe sobre Carrillo una recurrente necesidad de ver su “otra cara”, algo así como un cíclico afán por descubrir lo oculto tras las evidencias incontrastables. Y, justamente, ello afloró en los actuales tiempos de pandemia cuando Carrillo comenzó a ser evocado por sus innovaciones que resultan particularmente oportunas considerar en la actualidad.
Una idea, no confirmada oficialmente, dio cuenta de la incorporación del retrato de Carrillo en los billetes de $5000, cuya próxima aparición tampoco fue confirmada oficialmente.
Eso fue suficiente para que se desatara una polémica que, como muchas veces sucede, partió de una acusación desmesurada sustentada en las redes sociales y artículos periodísticos. Allí se transmitió el repudio que merecía el gobierno de un país por recordar a un “nazi” en sus billetes. Lo que siguió fue un debate sobre ese gran absurdo instalado, para arribar a una instancia consistente en pasar de la certeza de que Carrillo fue nazi a dudar que no lo haya sido.
Volvamos al inicio para señalar el absurdo. Carrillo no fue un nazi, ni debería haber lugar para plantearse duda alguna.
Dos argumentos esgrimieron los iniciadores de esta polémica. El primero tuvo que ver con que durante su presencia en Berlín, en cumplimiento de una Beca formativa, tuvo lugar un acto de Adolf Hitler que despertó interés en Carrillo y habría una supuesta foto que lo comprobaría. Sin embargo, esa foto no apareció y sabemos que Carrillo estuvo sólo un mes en Berlín, antes que Hitler fuera ungido canciller y se proclamara el nazismo. El segundo argumento, tiene que ver con el documento que prueba la contratación del médico danés Carl Vaernet quien perteneció a las SS y actuó en el campo de Buchenwald experimentando con homosexuales. En este caso, cabe recordar que hubo científicos nazis “rescatados” por distintos países, Argentina fue uno entre tantos y no el principal, y esa decisión además de ser excedentaria a un Ministro de Salud, muchas veces reposó en una valoración profesional antes que ideológica. Que además el médico danés experimentara con homosexuales no hace sino situarlo en lo que fue -lamentablemente- una norma para la Organización Mundial de la Salud hasta 1990.
Sin ánimo de sumarme a la polémica, quisiera si señalar aspectos de la carrera de Carrillo que complejizan su trayectoria y, entiendo, vuelven más interesante aun al personaje.
Carrillo, efectivamente, acompañó el desarrollo de la eugenesia en Argentina, aunque no a aquella eugenesia que remite a los horrores del nazismo.
Una básica distinción separó a la eugenesia en el mundo anglosajón de aquella que fue promovida en países de ascendencia latina. Mientras en el primer caso prosperaron las soluciones drásticas basadas en medidas como esterilizaciones a los “ineptos” que abrirían las puertas a crecientes vejaciones sobre los considerados “inferiores” hasta llegar al Holocausto, en el segundo caso, se promovieron acciones como el establecimiento del Examen médico prenupcial obligatorio a fin de prevenir las enfermedades venéreas.
El principal espacio institucional para impulsar la eugenesia latina en nuestro país fue la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, inspirada en la teoría creada en Italia por Nicola Pende. La eugenesia aparecía como una expresión complementaria al higienismo, por ocuparse de la prevención y también de la proyección futura de la colectividad a través de una vaga noción de raza que quedaba sintetizada en biotipos representativos de las características físicas y temperamentales de cada individuo.
Y aun con claros rasgos filofascistas, podía reconocerse en el eugenismo argentino un espectro ideológicamente variado entre sus integrantes. Formaron parte de esa institución liberales como Saavedra Lamas, Juan B. Terán, Juan Garraham o Pablo Pizzurno, conservadores como Víctor Mercante, católicos como Martínez Zubiría y socialistas como Germinal Rodríguez o Ángel González.
En 1945 esa institución eugénica se disolvió y Carrillo luego la absorbió desde el área de Salud a su cargo dándole nuevas formas. Carrillo pretendía crear un Instituto del Hombre, siguiendo ideas de Alexis Carrel, y en ese camino primero se creó el Instituto Nacional de Biotipología, en 1947 la Dirección de Eugenesia y en 1949 el Instituto Nacional de Biometría. El traspaso del eugenismo argentino a la órbita del Estado no fue directo, como tampoco era homogénea su composición ni las ideas que animaban a sus miembros. Cabe señalar que aunque la orientación principal seguía los lineamientos de la eugenesia latina que rechazaba los “excesos” de la anglosajona, hubo quienes se interesaron en el plano teórico por acercarse a esta última. No fue el caso de Carrillo. Y entre los que apoyaron ideas menos moderadas, fue mayor el número de los que confluyeron en una nueva Sociedad eugénica creada por fuera del Estado y con un perfil marcadamente antiperonista que comenzó a funcionar en 1945, para alcanzar su momento de esplendor luego del derrocamiento de Perón. Tras integrar el sector beneficiado por la ley que favoreció el desarrollo de las Universidades privadas, pudieron inaugurar en 1958 lo que sería la primera Facultad de Eugenesia del mundo expidiendo títulos que siguen siendo reconocidos al día de hoy.
La otra cara de la etapa que siguió al derrocamiento del gobierno de Perón, la representó la persecución desplegada sobre Carrillo, quien debió exiliarse, radicándose en Belem, Brasil, donde murió en la pobreza el 20 de diciembre de 1956.
Volviendo a la polémica desatada por el supuesto billete que llevaría la cara de Carrillo, una intervención que expone el tono alcanzado fue la del Embajador del Reino Unido en Argentina, Marck Kent, quien se manifestó contrario a conmemorar a nadie que tuviera que ver con “la muerte de millones de inocentes”. Al leerlo pensé ¿A quién se estaría dirigiendo? Ni Carrillo ni los eugenistas argentinos aquí mencionados tuvieron expresiones performativas de adhesión al nazismo u otras formas explícitas de exterminio de poblaciones. En cambio, la BBC ha puesto de manifiesto en 2019 el estallido de una polémica que, a diferencia de la argentina, no reposa sobre el absurdo y tiene que ver con la figura de Winston Churchill y su valoración, ante la inalterable visión supremacista de la “raza blanca” que poseía. De hecho, al producirse una hambruna en 1943 en Bengala que terminó con la muerte de 3 millones de hindúes, Churchill justificó la decisión de impedir que su país le exportara alimentos aduciendo su “odio a los indios”. Sin embargo, la BBC también recordó que en 2002 los ingleses lo eligieron como “el mejor” personaje de su historia, consideración que debió perdurar hasta la incorporación de su figura en un billete en 2017. Quizás el Embajador del Reino Unido al sumarse a las polémicas desatadas en estos días no se estaba refiriendo a los billetes argentinos que podrían emitirse, sino a los que efectivamente ya están en circulación con la cara de quien entre todas sus facetas también tuvo la de cultivar el racismo en su país.
Como citar este texto:
Vallejo, Gustavo. Ramón Carrillo y una polémica en tiempos de Pandemia. In Revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos (Blog). Publicado en 07 de junio de 2020. Accedido en [fecha].
Una eugenesia latina – Marisa Miranda y Gustavo Vallejo, editores invitados del último número de HCS-Manguinhos, analizan las diferencias entre las denominadas eugenesia anglosajona y eugenesia latina.
Vallejo, Gustavo. La hora cero de la eugenesia en la Argentina: disputas e ideologías en el surgimiento de un campo científico, 1916-1932. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Ago 2018, vol.25.
Miranda, Marisa A. and Vallejo, Gustavo. Eugenesia en la Europa mediterránea y en Latinoamérica. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Ago 2018, vol.25.