7 de mayo 2020
Claudia Agostoni| Investigadora, Instituto de Investigaciones Históricas/Universidad Nacional Autónoma de México
Múltiples han sido las reacciones, respuestas y acciones que con diferente intensidad y resonancia, ha generado la pandemia de COVID-19 a nivel internacional, siendo la incertidumbre el común denominador. En México, el desasosiego se ha acentuado debido a la profunda desarticulación, segmentación y precariedad que desde décadas atrás prevalece en el fragmentado e inequitativo sistema nacional de salud, a causa de los en ocasiones contradictorios comunicados de las autoridades federales, estatales y municipales, al igual que debido a la manera en la que se han dado a conocer las cifras de enfermos, entre otros elementos. Si bien es de celebrarse que diariamente la Secretaría de Salud proporciona informes detallados de los casos de enfermos, posibles portadores y fallecimientos, es relevante hacer notar que en los mismos se ha privilegiado la terminología y los conceptos procedentes la vigilancia epidemiológica, lo que no ha sido del todo claro para el ciudadano común. Además, es importante agregar que México destaca entre los países que menos pruebas ha aplicado para identificar a los posible portadores de la nueva enfermedad, lo que ha contribuido a exacerbar la incertidumbre.
Fue el 27 de febrero, después de varias semanas de rumores, noticias y comunicados encontrados ante la inminente llegada del virus SARS-CoV-2, que las autoridades de salud confirmaron la hospitalización del primer paciente con COVID-19 en la Ciudad de México. A partir de ese momento, y a lo largo marzo y abril los comunicados del sector salud y del titular del poder ejecutivo en no pocas ocasiones entraron en contradicción. Así, mientras que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) señalaba que el nuevo virus no era “ni siquiera equivalente a la influenza” (29 de febrero), que la honestidad y la lucha contra la corrupción de su gobierno serían la mejor protección, además de mostrar amuletos, una imagen del Sagrado Corazón y de pronunciar las siguientes palabras en aras de la contención de la pandemia: “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo…” (18 de marzo), los funcionarios y el personal de la Secretaría de Salud trabajaban arduamente en el diseño de las medidas de un vasto programa de distanciamiento social para contener los contagios. Las medidas entraron oficialmente en vigor el 23 de marzo al iniciar la llamada “Jornada Nacional de Sana Distancia”, lo que llevó a la suspensión de todas las actividades calificadas como “no esenciales” en los sectores público, social y privado, además de reiterarse que era fundamental que la población en su conjunto se quedara en casa.
Fue también durante esos días de marzo, y con el propósito de alentar y fortalecer las medidas de distanciamiento social, que la Secretaría de Salud presentó a “Susana Distancia” (21 de marzo). Se trata de una superheroína, la que vestida de rosa y azul, con los brazos extendidos marcando la distancia que debe prevalecer entre los individuos y envuelta en una burbuja protectora, explica a través de sus redes sociales (Twitter, WhastApp y Facebook) cómo realizar las medidas más básicas de higiene personal y de distanciamiento social, además de proporcionar al público información relativa a qué hacer en caso de presentar algunos de los síntomas de la nueva enfermedad, un personaje que cabe agregar, ya despertó el interés de la compañía Disney México.
Al mismo tiempo que se implementaban las medidas de distanciamiento social y que el titular del poder ejecutivo minimizaba las recomendaciones y los lineamientos del sector salud, comenzaron a salir a la luz numerosas demandas, protestas, reclamos y exigencias de parte del personal médico y de enfermería de distintos hospitales. La falta de protocolos claros y específicos para la atención de pacientes con COVID-19, la ausencia de equipo básico de protección personal, la inexistencia del más elemental material sanitario y, la exigencia de mejores y más seguras condiciones laborales, destacaron entre las demandas. Así lo expresó un grupo de enfermeras del Hospital General Regional Número 1 el 20 de marzo, y una semana después hizo lo mismo el personal de salud del Centro Médico Nacional La Raza, ambos adscritos al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la Ciudad de México. Cabe señalar que el personal de salud del segundo agregó a sus reclamos que la atención de 100 pacientes con “dificultades respiratorias” estaba desbordando la capacidad de uno de los más importantes y emblemáticos hospitales del país.[1]
A partir del mes de abril, las exigencias, protestas y paros laborales del personal médico y de enfermería comenzaron a registrarse en los hospitales y clínicas de diferentes estados, aunque es preciso subrayar que esas manifestaciones llevaban más de un año repitiéndose a nivel nacional. A lo largo de 2019, antesala de la pandemia, numerosos médicos y médicas, al igual que enfermeras y enfermeros de hospitales federales, de la seguridad social y de los institutos nacionales de salud, entre otros, repetidamente tomaron las calles, suspendieron de labores de manera escalonada y reclamaron la creciente precariedad en la que se veían obligados a trabajar a causa de los incesantes recortes presupuestales por los que atravesó el sector salud ese año. La suspensión de pagos ordinarios y extraordinarios por horas extra, guardias y suplencias; la falta de equipos e insumos hospitalarios; la disminución o reprogramación de cirugías, consultas médicas y servicios médicos generales; las afectaciones en el abasto de medicamentos y de material de curación, fueron tan solo algunos de los motivos por los que las protestas no cesaron. Lo anterior sin duda incidió en el desempeño del personal de salud y, también llevó a que miles de personas tomaran las calles y avenidas de las ciudades principales exigiendo al sector salud continuidad en los tratamientos, seguimiento a las consultas médicas y el fin a la escasez de medicamentos.
La intensificación de la precariedad e inequidad del sector salud a lo largo de 2019, cuyos orígenes se ubican en las reformas neoliberales iniciadas en la década de 1980, han provocado que México sea uno de los países con el menor grado de inversión en el sector salud a nivel internacional. Lo anterior se refleja en el escaso personal médico, de enfermería y de camas hospitalarias, entre muchos otros indicadores. Por ejemplo, si bien en 2017 el promedio de médicos, personal de enfermería y camas hospitalarias de los países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de la que México forma parte, se ubicó en 3.5 médicos, 8.8 de personal de enfermería y 4.7 camas hospitalarias por cada mil habitantes, en 2019 esos indicadores solo para el caso de México fueron aún menores: 2.4 médicos por cada mil habitantes, tanto del sector público como privado, 2.9 de personal de enfermería por cada mil habitantes y 1.4 camas por cada mil habitantes.[2]
Fue el 6 de abril de 2020 cuando las autoridades de salud reconocieron que el país contaba con un déficit de por lo menos 120,000 médicos y enfermeras(os) para hacer frente a la emergencia sanitaria. Para subsanar lo anterior, la Secretaría de Salud y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) emitieron una convocatoria para contratar a 6,600 doctores y a 12,300 enfermeras en 16 días, asegurando que el personal contratado obtendría una adecuada y pronta capacitación y que contaría con el equipo requerido para la atención hospitalaria.
La propagación del virus SARS-CoV-2 ha puesto al descubierto e intensificado las múltiples limitaciones y carencias de larga data en las que opera y se desenvuelve cotidianamente el fragmentado sistema nacional de salud, lo que a su vez ha incidido negativamente en la calidad de los servicios médicos que son prestados al público que sí tiene acceso a ellos: pacientes que se enfrentan a la sobresaturación de los servicios hospitalarios, que reciben diagnósticos erróneos o tardíos, o que son objeto del maltrato y la discriminación de parte del personal de salud, elementos que han sido cuidadosamente documentados en distintas investigaciones.
A lo anterior es preciso destacar que fue a partir del mes de marzo cuando se comenzaron a registrar expresiones y manifestaciones de enojo, violencia física y verbal, desprecio y miedo hacia el personal médico y de enfermería, lo que ha ido en aumento a medida que incrementa el número de enfermos y fallecimientos y que el confinamiento social se prolonga. Si bien los fundamentos de la descalificación y de las agresiones por parte del público y de los pacientes hacia el personal de salud pueden explicarse por el miedo que históricamente ha generado la propagación de múltiples enfermedades colectivas, y por los rumores y noticias que incitan a dudar de la veracidad de la existencia y propagación de la nueva enfermedad, es importante señalar que en México la erosión de la confianza entre el personal de salud, los pacientes, el público en general y las autoridades cuenta con una larga historia.
La conflictiva y precaria coyuntura en la que se encuentra el sector salud, la frecuente descalificación y la poca valoración social y cultural de las labores que históricamente ha desempeñado el heterogéneo personal de salud, sobre todo el de enfermería, son tan solo algunos de los elementos que podrían contribuir a un estudio más amplio y menos coyuntural del por qué de esas violencias. En estos momentos de enorme incertidumbre, las expresiones y manifestaciones de agresión física y verbal hacia el personal del sector salud se han multiplicado y han cobrado mayor visibilidad y resonancia, lo que no quiere decir que éstas no hayan estado presentes en México desde tiempo atrás.
[1] Laura Poy Solano, “Enfermeras de hospital del IMSS protestan por falta de insumos”. La Jornada, Ciudad de México, 20 de marzo de 2020, y Fernando Camacho Servín, “Protesta personal de Centro Médico la Raza por carencias ante Covid 19”. La Jornada, Ciudad de México, 27 de marzo de 2020.
[2] OCDE. Estadísticas en salud de México. Actualización de Estadística de la OCDE, 2019.
Como citar este texto:
AGOSTONI, Claudia. Médicos, enfermeras y pacientes: entre la incertidumbre y las carencias en tiempo de COVID-19 en México. In: Revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos (Blog). Published on June, 7th, 2020. Accessed in [date].
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