20 de octubre de 2020
En el artículo Construcción de la salud global (HCSM vol.27 supl.1 Sept. 2020) Esteban Rodríguez Ocaña, catedrático jubilado de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada, estudia las áreas que la Organización Mundial de la Salud empleó en la Europa de entreguerras para ofrecer atención médica y formación en salud.
En esta entrevista, el investigador discute el papel de la OMS en los años 50 y 60 para la superación de los efectos de las guerras en Europa. El catedrático también habla sobre el trabajo de la OMS en esta pandemia de Covid-19.
“La experiencia con la Covid-19 nos muestra los límites de una actuación global cuando no existe una institución global,” señaló.
1- ¿Cómo se puede definir la salud global?
Es un concepto polisémico, significa cosas distintas para distintos actores e instituciones. Para mi, es la salud pública del siglo XXI, consiste en estudiar, interpretar e intervenir en la salud de la especie humana. La “localidad” en la que se ejerce la salud global es el planeta Tierra, luego nuestra visión es transnacional y se han de valorar los condicionantes de salud/enfermedad por su impacto global partiendo de la profunda desigualdad en la que vivimos. Como quiera que estos determinantes incluyen desde componentes ambientales y climáticos hasta factores culturales y estructuras socioeconómicas, sus contenidos son necesariamente transdisciplinares y reclaman un continuo intercambio de ideas y prácticas.
Como explicaron Brown, Cueto y Fee ya hace algunos años, la novedad de lo “global” tuvo que ver con la multiplicación de actores en el panorama internacional sanitario, coexistiendo iniciativas e instituciones públicas y privadas, gubernamentales e intergubernamentales, así como con su empleo por el mundo de la izquierda sanitaria.
Y si el sintagma salud global se empleó en el mundo alternativo como reivindicación de las necesidades de los mas vulnerables y de su participación no sólo como “damnificados” sino como actores de pleno derecho, en cambio, en medios académicos y políticos del mundo acomodado, esos términos sirven para nombrar actividades en el terreno de la salud enfocadas hacia problemas y territorios menos favorecidos como prioridad securitaria o como muestra de solidaridad.
2- Su artículo habla sobre el papel de la OMS en Europa en los años 50 y 60. ¿Podría destacar los puntos más importantes del papel de la institución en el continente, y específicamente en España, durante este período?
El papel de la OMS en Europa su dos primeras décadas fue el de contribuir a la superación de los efectos de la guerra y, a continuación, el de establecer canales de comunicación y redes de formación e investigación en el continente. Al mismo tiempo, algunas de esas iniciativas, como las de Soissons (Francia) y Uusimaa (Finlandia) de las que hablo en el artículo, se pusieron también al servicio de otras regiones como centros de formación especializados. La fortaleza académica e investigadora europea actuó en favor de los planes internacionales de la OMS en las regiones africana y asiática especialmente, en muchos casos a través de las conexiones que mantuvieron las potencias coloniales con sus colonias y excolonias.
Persiguiendo ese fin, España se postuló reiteradamente como destino posible para el flujo de especialistas y técnicos en formación procedentes del mundo extraeuropeo y, en particular, enfocada hacia el mundo latinoamericano. Estas demandas tuvieron un éxito menor, mientras que la consideración de país necesitado hizo que desde la OMS se enviara ayuda y personal técnico a España, en algunos casos personal latinoamericano, como fue el caso del consultor estadístico chileno Dr. Hugo Behm Rosas, en 1962-64. La OMS permitió lugares de encuentro científico-técnicos entre los dos grandes bloques sociopolíticos de la época.
Para España, la entrada en la OMS representó un triunfo diplomático que significó la superación del aislamiento internacional acordado por Naciones Unidas: antes de ingresar en la Asamblea General de ONU (1955), tuvo lugar su entrada en la OMS, culminada el 28 de mayo de 1951, en la UNESCO en diciembre de 1952 y en UNICEF en febrero de 1954. Entremedias, en 1953 firmó el concordato con la Iglesia católica y un acuerdo económico y militar con Estados Unidos. Su principal valor a los ojos de la oficialidad franquista era el de la coordinación antiepidémica, es decir la ejecución del Reglamento internacional de sanidad. De manera inmediata comenzó una relación en distintos terrenos de interés para las autoridades españolas, como la lucha contra las enfermedades venéreas y contra las zoonosis (brucelosis, leptospirosis…) y la administración sanitaria. Los dos más graves problemas de salud del momento, tuberculosis y malaria, no fueron incluidos en ese catálogo de colaboraciones.
Durante la etapa de desarrollo, en la década de 1960, la colaboración se incrementó en número de proyectos, cuyos beneficios en su mayoría recaían en Madrid y en personas cercanas a las máximas autoridades sanitarias. El beneficio más tangible fue la cantidad de becas para estancias en el extranjero disfrutadas por técnicos españoles de distintos tipos. Secundariamente, la OMS ofreció salidas laborales para expertos españoles en salud pública, mercado muy limitado en el interior del país. Los intentos de reforma de la organización sanitaria española que se iniciaron a mediados de los años 1960 se apoyaron en trabajos e iniciativas de la OMS, incluyendo la repatriación desde Latinoamérica de expertos a los que la guerra o la estrechez económica subsiguiente había hecho abandonar su patria, como fue el caso del Dr. Rodrigo Varo Uranga, emigrado a Venezuela y regresado en 1965 para confeccionar el primer plan sanitario que careció de efectos inmediatos. Sobre estos extremos puedo recomendar dos trabajos recientes, el artículo de Esteban Rodríguez-Ocaña y Rosa Ballester, El Informe (1967) del consultor de la OMS Fraser Brockington en el contexto del reformismo sanitario franquista,así como el libro coordinado por Maria Isabel Porras y otros, Salud, enfermedad y medicina en el franquismo.
¿Cómo ve el trabajo de la OMS en esta pandemia de Covid-19 y cómo podemos relacionarlo con la historia de la institución y el campo de la salud global?En esta primera gran amenaza sanitaria global todas las instituciones plurinacionales han hecho crisis. La pandemia salta-fronteras ha hecho renacer las fronteras y cada país se ha vuelto “nacionalista de si mismo” como para cada ser humano auguraba el periodista mexicano Julio Trujillo en La Razón el 20 de abril de 2020. Junto con ese fortalecimiento de la idea nacional, y su consiguiente práctica de “a ver quien llega antes” a conseguir los recursos, incluida la vacuna, se ha producido una tremenda desvalorización de la reputación de la OMS por las críticas de Trump. Los paladines neoliberales han encabezado también el negacionismo (“no tengan miedo a la Covid-19” acaba de decir? tuitear? Trump a su salida del hospital) y las teorías conspiratorias, con nocivos efectos entre el público. La primera misión histórica de los acuerdos sanitarios internacionales justamente fue la de diseminar la información epidemiológica necesaria para hacer frente a los riesgos derivados del tráfico creciente entre los pueblos del mundo. Sólo con mala fe es posible negar que la OMS ha cumplido ese deber en esta pandemia.
La experiencia con la Covid-19 nos muestra los límites de una actuación global cuando no existe una institución global. La OMS, jurídicamente, sigue siendo una alianza intergubernamental, a la que, por desgracia, se le niegan los recursos y se le niega el consenso. Paradójicamente se reclama en casi todas partes unidad de criterio y unidad de mando para enfrentarse coherentemente a la pandemia. La coordinación internacional exige voluntad de acordar y voluntad de poner en marcha los acuerdos. Si lo primero es doloroso cuando encuentra negativa por parte de los más poderosos, lo último es desgraciadamente frecuente entre muchos, incluidos los menos poderosos o más vulnerables.
Seguimos enfrentados a la complicada alternativa de decidir las prioridades por las que guiarnos en salud; a este respecto me permito recordar un excelente trabajo de Iris Borowy, “Global Health and Development: Conceptualizing Health between Economic Growth and Environmental Sustainability”.
Referencias:
Esteban Rodríguez-Ocaña y Rosa Ballester, El Informe (1967) del consultor de la OMS Fraser Brockington en el contexto del reformismo sanitario franquista. Dynamis, 2019; 39(2): 477-496. ,así como el libro coordinado por Maria Isabel Porras y otros, Salud, enfermedad y medicina en el franquismo (Madrid: La Catarata, 2019).
Iris Borowy, “Global Health and Development: Conceptualizing Health between Economic Growth and Environmental Sustainability”, Journal of the History of Medicine and Allied Sciences, 2013; 68(3): 451-485.
Como citar esta entrevista:
Rodriguez Ocaña. La Historia en épocas de pandemia. In: Revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos (Blog). Publicado en 17 de agosto de 2020. Accedido en [fecha].
Rodríguez-Ocaña, Esteban. Global health in the making: health demonstration areas in Europe, 1950s and 1960s. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Sept 2020, vol.27, suppl.1.
Rodríguez Ocaña, Esteban and Perdiguero, Enrique. Ciencia y persuasión social en la medicalización de la infancia en España, siglos XIX-XX. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Jun 2006, vol.13.
Rodríguez Ocaña, Esteban. La medicina en busca de público: España, siglos XIX y XX. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Jun 2006, vol.13, no.2.
Dossier The meaning(s) of global public health history
No comments
Trackbacks/Pingbacks