octubre 2019
Vivian Mannheimer | HCSM blog y Mónica García|Programa de Historia, Universidad del Rosario, Bogotá
Hace dos años lanzamos en HCS-Manguinhos una sección de revisión historiográfica, que busca brindar una perspectiva profunda y panorámica sobre lo que se ha logrado en temas seleccionados.
El segundo artículo de esta sección, La historiografía de la fiebre amarilla en América Latina desde 1980: los límites del presentismo (HCSM vol. 26 no.2 Apr./June 2019), aborda las narrativas dominantes en la producción historiográfica sobre la enfermedad en la región, como la dicotomía naturaleza-cultura.
En entrevista al blog de HCSM, la autora del artículo, la profesora Mónica García, de la Universidad del Rosario, analiza, entre otros temas, por qué la fiebre amarilla sigue siendo uno de los principales temas de investigación en la historia de la medicina en América Latina.
“Quizás los historiadores encontramos en ese “exotismo” de la región y en las enfermedades con las que se asocia, una oportunidad para hacer contribuciones originales a la historia de la medicina que nos impone el oficio para permanecer relevantes,” señaló.
1- ¿Por qué la fiebre amarilla sigue siendo uno de los principales temas de investigación en los últimos años entre los historiadores latinoamericanos interesados en la medicina tropical?
Creo que por dos razones: una profesional y otra asociada a la historia misma de la enfermedad.
América Latina ha sido identificada por largo tiempo como una región del trópico, de tierras cálidas e insalubres, de vegetación y fauna exuberantes (incluidos sus habitantes jjjajjja), una región amenazante. Entre esas amenazas estarían las enfermedades que han sido inusuales en Europa o Estados Unidos como la fiebre amarilla.
Quizás los historiadores encontramos en ese “exotismo” de la región y en las enfermedades con las que se asocia, una oportunidad para hacer contribuciones originales a la historia de la medicina que nos impone el oficio para permanecer relevantes. Pero quizás más importante aún, creo yo, es que los historiadores de la medicina hemos visto en el desenvolvimiento de la fiebre amarilla en el pasado una oportunidad para explorar la historia social, política y científica de la región.
La segunda razón tendría que ver con que la enfermedad ha estado en el centro de debates y transformaciones políticas, sociales y económicas de interés para los estados nacionales y la diplomacia internacional. Por ejemplo, la fiebre amarilla, junto con el cólera y la peste, motivaron el inicio de las primeras conferencias sanitarias internacionales en el siglo XIX. Diplomáticos y médicos se reunieron para establecer normas que frenaran la expansión de estas enfermedades teniendo en mente reducir el impacto económico de las cuarentenas.
O en Brasil la enfermedad estuvo en la base de movimientos de higienización urbana, discusiones sobre la inmigración europea, y teorías sobre el efecto del clima en las razas en el siglo XIX. Incluso la enfermedad ha servido para disputar el valor de la ciencia en la región, para ponderar si somos capaces o no de producir ciencia original. Este es el caso de la controversia entre los actores -y los historiadores mismos- alrededor de Carlos Finlay y su descubrimiento de un mosquito como transmisor de la fiebre amarilla.
2- El artículo muestra que en la historiografía de la fiebre amarilla en América Latina una de las narrativas dominantes ha sido considerar la fiebre a partir de la dicotomía naturaleza-cultura. Cómo puedes explicar esto?
La voy a responder con una anécdota. Tuve la oportunidad de asistir a uno de los seminarios que ofreció el reconocido historiador norteamericano de la medicina, Charles Rosenberg, cuyas reflexiones sobre qué es la enfermedad inspiraron a los historiadores latinoamericanos. En el seminario estábamos discutiendo el artículo de quien fuera su maestro, Erwin H. Ackerknecht sobre el anticongagionismo en el siglo XIX publicado en 1948.
Yo con mi ingenuidad de estudiosa de las “fiebres del Magdalena” en Colombia, sobre lo que publiqué en la revista Historia, Ciencias, Saude-Manguinhos -fiebres que ni eran malaria ni eran fiebre amarilla en los términos que las entendíamos hoy-, le pregunté al profesor Rosenberg si la malaria que investigaba Ackerknecht era la misma malaria de la que hablamos hoy. La respuesta del profesor fue “son y no son la misma” -jjjajjjjjaja.
Yo creo que esa ambigüedad ilustra un poco el atrapamiento epistemológico en el que hemos estado los historiadores de la medicina en relación a cómo debemos entender la enfermedad para estudiarla históricamente.
Esa respuesta del profesor Rosenberg expresa la indecisión frente al peso que le debemos dar a la “naturaleza” –el cuerpo, la enfermedad, las bacterias, los síntomas, etc.- y la “cultura” –ideas, sentimientos, experiencias, instituciones- al historizar la enfermedad. Hemos visto a la naturaleza y a la cultura dos cosas separadas, la primera como real y fija y la segunda como relativa y cambiante.
Los historiadores y sociólogos de la ciencia han debatido por largo tiempo la relación naturaleza/cultura con teorías sofisticadas como la teoría del actor-red de Bruno Latour o con nociones como la de “colectivo de pensamiento”, de Ludwick Fleck, o la de co-producción del mundo natural y social de Sheila Jasanoff. Y William Cronon (1992) ha reflexionado en particular sobre la relación naturaleza/cultura y sus implicaciones para las narrativas históricas.
Yo francamente no sé si hemos logrado superar esa dicotomía. Pero creo definitivamente que si seguimos pensando que la naturaleza está ahí sola, fija, esperando a ser descubierta, aún si cambia por la acción humana, sin ser conscientes de que lo que vemos y las narrativas que construimos son lo que nuestra “conciencia colectiva” nos permite ver y producir –en términos de Emile Durkheim-, pues entonces estaríamos fallando a uno de los fundamentos del oficio de historiador: no ser anacrónicos. Estoy segura de que ningún historiador cree que está siendo anacrónico; que cuando estudia las enfermedades del pasado respeta lo que los actores que las definieron entendieron por ellas.
Pero al mismo tiempo ese historiador está seguro de lo que “es” la enfermedad -fiebre amarilla, volviendo al caso que nos ocupa (según las nociones actuales, que es el presentismo que cuestiono en mi artículo). Con eso no sólo estamos actuando bajo la dicotomía naturaleza/cultura sino que nos estamos arriesgando al anacronismo. Y la consecuencia es que construimos narrativas sobre cosas que sólo vemos nosotros y no las gentes del pasado y no vemos cosas que sí fueron reales para esas personas.
Yo tuve la fortuna de que como estudié medicina y no me sentía a gusto con ella, la historia me ayudó a exorcizar en alguna medida ese demonio y tenía por tanto una disposición emocional a cuestionar la fijeza de la verdad científica. Pero no es fácil sostener esa actitud en la investigación histórica porque exige ejercer una cierta resistencia, una cierta disposición a cuestionar permanentemente si lo que consideramos verdadero lo fue para aquellos a quienes estudiamos, a descifrar cuál es la voz que está hablando cuando como historiador uno decide construir una narrativa en un sentido o en otro.
3- Como usted acaba de recordar, el artículo argumenta que esta historiografía fija la naturaleza de la fiebre según el conocimiento médico contemporáneo (presentismo) y sugiere que nuevos temas y perspectivas podrían emerger de un diálogo con la historia de la ciencia y la sociología del conocimiento científico. ¿Cuáles serían esos temas y perspectivas?
Creo que es importante que los historiadores de la medicina propiciemos la interdisciplinariedad. Debemos seguir buscando inspiración en la historia de la ciencia y en la sociología del conocimiento científico como dije en el artículo -y allí ya sugería algunos temas concretos para el caso de las fiebres- por no mencionar otros campos como los estudios de género, la antropología, etc.
Ya ha pasado más de medio siglo desde que historiadores como Steven Shapin comenzaron a buscar sistemáticamente explicaciones sociales a la ciencia –o que abordaron a la ciencia y a los hechos científicos como hechos sociales. Abrieron no sólo un nuevo sub-campo dentro de la historia (historia de la ciencia, con sus maestrías y doctorados) sino que nos dieron a los historiadores de la medicina, nuevos problemas y enfoques que creo aún están por explotar en sus implicaciones más radicales.
Bibliografía
William Cronon, “A Place for Stories: Nature, History, and Narrative”, The Journal of American History, Vol. 78, No. 4 (Mar., 1992), pp. 1347-1376.
Ludwik Fleck, La génesis y el desarrollo de un hecho científico, Madrid, Alianza, 1986 [1935].
Sheila Jasanoff (ed.), States of Knowledge The co-production of science and social order. New York: Routledge, 2004.
Bruno Latour, Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial, 2008.
Steven Shapin, “Phrenological knowledge and the social structure of early nineteenth-century Edinburgh”, Annals of Science, 32, 3 (1975): 219-243.
Cómo citar esta entrevista:
García, M; Mannheimer, V. Contribuciones originales a la historia de la medicina. http://www.revistahcsm.coc.fiocruz.br/english/la-historiografia-de-la-fiebre-amarilla-en-america-latina-contribuciones-originales-a-la-historia-de-la-medicina/
Artículos de Mónica García en HCSM:
García, Mónica. La historiografía de la fiebre amarilla en América Latina desde 1980: los límites del presentismo. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Abr 2019, vol.26, no.2.
Bueno, Flávia Thedim Costa et al. Zika e Aedes aegypti: antigos e novos desafios. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Out 2017.
Mónica García, Claudia. Las ‘fiebres del Magdalena’: medicina y sociedad en la construcción de una noción médica colombiana, 1859-1886. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Mar 2007, vol.14, no.1.
La fiebre amarilla en HCS-Manguinhos:
Representaciones sobre la fiebre amarilla y el cólera – Los sentidos y actitudes que se asociaban con las epidemias que la ciudad de Buenos Aires atravesó entre 1867 y 1871.
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The yellow fever in the US imaginary, 1821-1848 While commercial links between Mexico and the United States through the port city of Veracruz brought significant advantages, public health concerns around yellow fever produced fascination and fear among US audiences.
Mónica García, Claudia. Las ‘fiebres del Magdalena’: medicina y sociedad en la construcción de una noción médica colombiana, 1859-1886. Hist. cienc. saude-Manguinhos, Mar 2007, vol.14, no.1, p.63-89.