Deciembre 2018
Entrevista: Karina Ramacciotti / Vivian Mannheimer
Desde que Mauricio Macri (PRO) asumió la presidencia argentina a fines de 2015 hay una fuerte movilización de la comunidad científica del país contra los recortes de presupuesto para la investigación y universidades.
Durante el 2018, el proceso inflacionario y la devaluación del peso frente al dólar y el cambio de importancia institucional de la agencia estatal de ciencia y tecnología hicieron más dramático el panorama.
En una breve entrevista a HCS-Manguinho, Karina Ramacciotti, Investigadora Independiente Conicet analiza el momento actual de la ciencia en Argentina y la situación del campo de la Historia y las Humanidades en lo que se refiere al apoyo financiero.
¿Cómo funciona el financiamiento para la ciencia e investigación en el gobierno Macri? ¿Qué cambios hubo en este gobierno actual en relación a los gobiernos Kirchner?
El Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONICET) se creó en 1958 a partir de la iniciativa del segundo premio Nobel de la Argentina, el médico Bernardo Houssay. Su función fundamental es fomentar la investigación de la ciencia a partir del financiamiento estatal. Apoya proyectos de todas las disciplinas científicas a partir de un sistema de ingreso exhaustivo y riguroso. Existen dos instancias fundamentales de apoyo a las personas quienes tienen vocaciones científicas: a través de su formación doctoral y posdoctoral y por medio del ingreso al sistema científico. Luego de haber obtenido las credenciales académicas correspondientes y contar con una trayectoria medida por la presentación de ponencias a congresos, publicaciones de papers en revistas científicas, formación de recursos humanos, participación en proyectos de investigación colectivos, se puede aspirar a obtener un cargo en la denominada carrera de investigador (CIC). Ambas instancias, la de la formación doctoral y posdoctoral y la del ingreso al sistema, demandan una evaluación de extrema rigurosidad y objetividad en los cuales las y los candidatos son evaluados por pares a través de Informes Técnicos, por Comisiones Evaluadoras por disciplina y por una Junta de Calificación y Promoción.
El sector de Ciencia y Técnica ha sufrido, desde el recambio de gobierno en diciembre del 2015, sucesivos cambios en la planificación y ejecución de políticas públicas que hacen peligrar los procesos de investigación en curso y los planteados a futuro. Esto afecta especialmente al CONICET, que es el principal organismo de promoción de la ciencia y la tecnología en el país. Cabe señalar que, el CONICET es, a su vez, el encargado de financiar la investigación científica y tecnológica por medio de la creación de institutos, laboratorios y centros de investigación de dependencia directa con el organismo o de vinculación con universidades e instituciones públicas y privadas interesadas en la promoción y aplicación del conocimiento.
El cambio de administración nacional implicó la reducción de las becas de formación doctoral y especialmente los ingresos a la carrera de investigador en CONICET. Ambos reclamos generaron, desde el 2016, una fuerte movilización de la comunidad científica que contó con el apoyo de la sociedad civil. Los reclamos se han visibilizado por medio de masivas marchas, tomas del Ministerio de Ciencia y Tecnología, bocinazos, corte de calles y el uso de pañuelos negros con la consigna “La ciencia está de luto” como elemento de distinción de quienes estamos disconformes con las medidas tomadas en dicho sector. Estas formas de protesta y de movilización se han replicado durante el 2018 en las universidades públicas las cuales, también, están pasando por un severo proceso de desfinanciamiento que pone en riesgo la formación de grado. A esta reducción presupuestaria, se sumó una campaña de desprestigio mediática por parte de las autoridades nacionales y provinciales quienes pusieron en duda la calidad académica de las universidades del Conurbano y restaron importancia al valor cultural y social que portan dichas Casas de Estudios. Solo como modo de ejemplo de las afirmaciones que menosprecian la educación pública; vale la pena recordar cuando la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, dio una charla ante socios del Rotary Club y se preguntó: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”. La difusión de estas afirmaciones motivó el inmediato rechazo de la comunidad universitaria y, en particular, de aquellas universidades ubicadas en el territorio bonaerense que cuentan, en gran medida, entre sus egresados a la primera generación de universitarios en sus familias; situación vivida con orgullo y como un indicio de movilidad social y cultural.
¿Cuál es la situación actual del campo de la Historia y las Humanidades en lo que se refiere al apoyo financiero?
La investigación en el campo de la Historia y las Humanidades en la Argentina se financia por medio de los presupuestos aprobados por las universidades nacionales y por el CONICET. Ambos sistemas dependen de los presupuestos que otorga el Estado Nacional y se aprueban anualmente en el Congreso. El proyecto de Presupuesto que el Poder Ejecutivo presentó al Congreso planteó una reducción que lo llevó al mínimo histórico desde la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, en el año 2007.
Durante el 2018, dos situaciones hicieron más dramático el panorama; el proceso inflacionario y la devaluación del peso frente al dólar y el cambio de jerarquía e importancia institucional de la agencia estatal que modificó su status de Ministerio de Ciencia y Tecnología (creado en 2007) y pasó a denominarse Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología. Esta fusión responde a los objetivos de reducir los “gastos” de la administración pública y cumplir con las metas prometidas de “ahorro” y “ajuste” ante los organismos internacionales de financiamiento.
En particular, el campo de la Historia y las Humanidades en Argentina carece de financiamiento del sector privado. Si bien el sistema cuenta con universidades privadas en las cuales existen carreras con estas especialidades, algunas de ellas de prestigio en este campo, las mismas no se destacan por destinar recursos económicos para financiar la formación de grado, posgrado y el desarrollo de investigaciones de largo aliento; si lo hacen, es también mediando el financiamiento y el proceso de evaluación que organiza CONICET.
Como corolario, puedo afirmar que el recorte presupuestario a la investigación y a la educación pública y gratuita, de larga tradición en Argentina, representa un serio peligro para el conocimiento y la innovación. Ambos procesos son claves para lograr sociedades que intenten reducir sus brechas de desigualdades, alcanzar un afianzamiento de la vida democrática y potenciar un sentido reflexivo y crítico. Si bien, el horizonte se presenta gris para el desarrollo de las ciencias en la Argentina, tengo esperanzas que el activo compromiso de la comunidad científica y educativa y el acompañamiento de otros actores sociales y políticos pueda ser una palanca para estimular un cambio de rumbo de las actuales políticas de ciencia, tecnología y educación.
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