Género y trabajo en la Argentina del siglo XX

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer

Entrevista: Graciela Queirolo / Vivian Mannheimer

Graciela Queirolo es co-autora de “Modernidad en otro tono. Escritura de mujeres latinoamericanas” (2004); “Un libro quemado” (2014) y “Género y sexualidades en las tramas del saber” (2009).

En los últimos veinte años se produjo una notable expansión de la Historia de las Mujeres y los estudios de género dentro de la historiografía argentina.

Graciela Queirolo es Profesora Adjunta de Historia Económica y Social en la Universidad Nacional de La Plata. Sus investigaciones se centran en género y trabajo en la Argentina a lo largo del siglo XX.

La historiadora publicó en 2018 el libro “Mujeres en las oficinas: Trabajo género y clase en el sector administrativo (Buenos Aires, 1910-1950)”, por la Editorial Biblos. La investigación busca demostrar que las mujeres habían tenido una participación destacada en actividades que excedían el mundo industrial.

“Esta mirada de la diferencia sexual, la identificación de mujeres, rápidamente me condujo a un camino que ni siquiera había imaginado: el de la relación con las clases medias,” explica la historiadora.

En una breve entrevista a HCS-Manguinhos, Graciela Queirolo, analiza los aspectos más notables de esta investigación y los aportes de la historia de las mujeres, desde la perspectiva del trabajo, a la historia argentina durante las últimas décadas.

¿Cuáles son los aportes de la historia de las mujeres a la historia argentina durante las últimas décadas?

En los últimos veinte años se produjo una notable expansión de la Historia de las Mujeres y los estudios de género dentro de la historiografía argentina, bajo la inspiración e influencia de las academias norteamericana y europeas. Esto derivó en la restitución de las mujeres y, en menor medida a las disidencias sexuales, al protagonismo de los procesos históricos así como también en la incorporación de la diferencia sexual al análisis histórico. En otras palabras se pasó del relevamiento de las mujeres –algo que resume la expresión “hay mujeres- a la interpretación generizada de las relaciones sociales.

Por ejemplo, dentro de los estudios concentrados en el mundo del trabajo, si en un primer momento se demostró que las mujeres realizaban tareas asalariadas, en un segundo momento se sumó la interpretación de las características de esa participación asalariada. Me explico: las mujeres trabajaban en numerosas actividades pero esa participación, según se demostró, las sometía no sólo a sus empleadores sino también a los varones de su grupo familiar –padres o maridos- porque recibían salarios comparativamente más bajos que los que recibían sus compañeros y estaban atrapadas en las “dobles tareas” –la suma de las tareas reproductivas y las productivas-. Esto se explica porque su participación asalariada se concebía como una excepción frente a su deber primario que era la maternidad y el mundo doméstico.

Los resultados de esta expansión del conocimiento son importantísimos. Hoy sabemos mucho más sobre el trabajo doméstico y el trabajo sociosanitario y estamos pensando y analizando qué es el trabajo en sí mismo, a partir de reabrir una vieja discusión teórica desarrollada desde las últimas décadas del siglo XX. La importancia que posee el trabajo reproductivo, esa combinación de quehaceres domésticos y tareas de cuidado, para la sostenibilidad de la vida misma se ha incorporado a los análisis con perspectiva histórica. Cierto es que este incorporación se combina y promueve con la radicalización global o transnacional que protagonizan los movimientos de mujeres.

¿Cuáles son los temas de política comparada y los países con los que está trabajando? ¿Cuáles son los aportes más significativos de comparar la historia de las mujeres en países diferentes?

Al finalizar mi doctorado realicé una investigación postdoctoral en Santiago de Chile. Mi objetivo fue comparar a las empleadas argentinas con las chilenas. Me encontré con dos procesos con más similitudes que diferencias. Las hipótesis aplicadas al caso argentino bien funcionaban en el caso chileno, aunque las temporalidades y los volúmenes de cada sociedad eran diferentes, producto de las dinámicas nacionales particulares. Asimismo, en Chile, me encontré con una Historia de las Mujeres y una historiografía de género en pleno proceso de expansión que estaba preocupada por la mirada de la restitución de las mujeres a los relatos del pasado pero también por la mirada analítica que propone interpretaciones al protagonismo. A futuro planeo seguir indagando en estos procesos incorporando otras geografías nacionales.

¿Cuáles son los aspectos más notables de la investigación que resultó en el libro “Mujeres en las oficinas: Trabajo género y clase en el sector administrativo (Buenos Aires, 1910-1950)”?

El libro ha sido publicado en septiembre de 2018.

Cuando estaba dando mis primeros pasos en el oficio de investigar, de manera implícita, me preocupaba la obsesión de demostrar que las mujeres habían tenido una participación destacada en actividades que excedían el mundo industrial.

Así como había obreras, también había telefonistas, vendedoras, dactilógrafas, maestras, enfermeras y muchas otras más. Es decir, el mundo laboral femenino era bien heterogéneo. Opté por estudiar a las empleadas administrativas porque me preocupaba la particular relación que tenían con la capacitación profesional, en especial, el arte de la escritura a máquina.

Esta mirada de la diferencia sexual, la identificación de mujeres, rápidamente me condujo a un camino que ni siquiera había imaginado: el de la relación con las clases medias. La historiografía construyó una temprana asociación entre empleos administrativos y clases medias que a mí me generaba muchas dudas y que terminé indagando.

Creo que este es un aspecto interesante o destacado de mi investigación. Me refiero al del recorrido del género a la clase, es decir, la pregunta por la diferencia sexual me llevó a la pregunta por la clase o, en otras palabras, buscando mujeres me encontré con la clase media. Una conclusión que sostengo es que las empleadas administrativas construyeron una identidad laboral asalariada que las reintroduce dentro del gran conjunto de las clases trabajadoras.

Todas ellas portaron la “paradoja de la empleada”: eran asalariadas que gracias a su capacitación profesional podían ocupar posiciones con ciertos beneficios materiales como unos niveles salariales comparativamente superiores que los de otras ocupaciones y la posibilidad de una carrera laboral que se iniciaba en un puesto de dactilógrafa para finalizar en un puesto de secretaria.

Esto se traducía en prestigio o promoción social simbólica. Sin embargo, las empleadas padecían tres mecanismos de inequidad laboral que las colocaba en una posición de desventaja respecto de los empleados y, de manera indirecta, las invitaba a retirarse del mercado: sus sueldos eran menores que los sueldos de los varones ante iguales tareas; ocupaban posiciones que recibían sueldos más bajos frente a otras posiciones que podían desempeñar los varones y a las que ellas no tenían acceso; sus carreras laborales finalizaban en puestos intermedios: la secretaria era el “brazo derecho del gerente”, es decir, que los máximos puestos de dirección les estaban vedados.

Cómo citar esta entrevista: Género y trabajo en la Argentina del siglo XX. Entrevista con Graciela Queirolo, por Vivian Mannheimer. HCS-Manguinhos Blog, Marzo, 2019.
http://www.revistahcsm.coc.fiocruz.br/english/genero-y-trabajo-en-la-argentina-del-siglo-xx/.

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