Bolivia después de la tercera ola de covid-19 y el reto de la vacunación

Sección: Coronavirus and History

Nigel Caspa, 10 de julio de 2021

En Bolivia, la informalidad en la economía y la precariedad laboral predominan. Foto: Los Tiempos

El final de la tercera ola de covid-19 y el reto de la vacunación pueden marcar un antes y un después de la pandemia en Bolivia. Este país es parte de una de las regiones más afectadas por el coronavirus en el mundo. El primer contagio fue reportado el 10 de marzo de 2020 y la tercera ola se desarrolló entre mayo y junio de 2021. Los registros oficiales acumulados muestran que la tercera ola terminó con más de 400.000 contagios y 16.500 muertes.

El mensaje presidencial del 30 de junio de 2021 anunció la compra de 6 millones de vacunas Sinopharm y la vacunación a mayores de 18 años, cambiando las perspectivas del país frente a la pandemia. Hasta entonces se vacunó al 20% de la población con la primera dosis y a un tercio de ella con la segunda. Pero los efectos del coronavirus en Bolivia van más allá de las cifras oficiales y los compromisos políticos. En este artículo propongo considerar cuatro aspectos relevantes para entender el caso boliviano.

La pandemia politizada

Las respuestas de los estados ante la pandemia están profundamente politizadas y Bolivia afronta este hecho durante la crisis política interna más importante de los últimos quince años. La pandemia inicio durante el gobierno transitorio de Jeanine Añez (2019-2020). Este gobierno fue producto de una elección presidencial irregular, seguida de una convulsión social y un proceso anómalo de sucesión presidencial. Así se quebró la continuidad de 14 años del gobierno de Evo Morales. El partido político de Morales (MAS) retornó al poder a través de las urnas en noviembre de 2020 con Luis Arce. Las elecciones subnacionales de marzo de 2021 cerraron tres años de ambiente electoral con desgaste político y polarización extrema.

La coyuntura boliviana durante la pandemia es compleja y los intentos de comprenderla deberían considerar procesos previos y posteriores a las elecciones de 2019. Sin embargo, ahora todo está reducido a una lucha de narrativas histórico-políticas que confrontan dos imposturas: la tesis del fraude electoral y la tesis del golpe de Estado. La pugna no tiene indicios de desenlace, pero sí hay certeza de que está condicionando sensiblemente las capacidades gubernamentales de respuesta ante la pandemia.

Un nuevo ciclo económico e informal

La covid-19 en Bolivia confirma el cambio de ciclo económico, un proceso iniciado con el fin del boom de los precios de las materias primas en 2014. Así, los desafíos inmediatos de la crisis sanitaria han encontrado una economía boliviana con deuda pública alta, ahorros fiscales decrecientes y reservas internacionales bajas. Como en toda la región, se prevé que la recesión económica en Bolivia pasará factura sobre los avances en la reducción de pobreza y la desigualdad de las últimas décadas.

El desempleo en Bolivia alcanzó su peor momento durante el primer semestre de pandemia con el 11.6% y se estancó en el 8% durante el 2021, muy lejos del 4,2% de septiembre de 2019. El trabajo a distancia nunca fue una alternativa en un país donde solo el 15% de los empleos ofrecen esa posibilidad. En consecuencia, la informalidad en la economía y la precariedad laboral predominan. Si bien la informalidad ha significado una alternativa de sobrevivencia, también puede interpretarse como un factor que posterga la mejora de las condiciones de protección social. Aunque la población no asegurada en Bolivia tiene acceso al Sistema Único de Salud (SUS), en los hechos ingresó en conflicto con el frágil sistema de salud.

El sistema de salud colapsado y estrecho

La primera ola de covid-19 colapsó el sistema de salud boliviano y provocó el descontento general. 400 trabajadores de salud murieron a causa de la pandemia hasta agosto de 2020. El elevado costo humano estuvo acompañado de casos de corrupción en la compra de respiradores y los bloqueos de carreteras para impedir la postergación de las elecciones presidenciales. Entretanto, la disponibilidad de Unidades de Terapia Intensiva (UTI) y médicos intensivistas cubría menos del 40% de la demanda de enfermos. Las pocas y costosas pruebas PCR se convirtieron en un requisito para preservar derechos laborales. La medicina natural fue una de las alternativas más utilizadas, mientras los hospitales privados retenían cadáveres y enfermos de covid-19 para forzar el cobro de facturas.

La práctica de aprobar políticas públicas estandarizadas para contener la covid-19 tuvo un efecto adverso sobre el estrecho sistema de salud. Poca y mala infraestructura hospitalaria, falta de equipamiento y de seguimiento se tradujeron en un contagio explosivo y cuestionamiento popular. Esto se explica parcialmente por el estancamiento del gasto público en salud de años previos en torno al 6% del PIB y que solo se elevó al 10% en 2021. La segunda ola de contagios puso a prueba la capacidad del nuevo gobierno, que tuvo a su favor la legitimidad política, la noticia de la llegada de las vacunas y la ampliación del stock de pruebas y medicinas; sin embargo, nunca superó la presión del gremio de salud, las dificultades para cubrir la demanda de oxígeno y el manejo poco transparente de información.

El puesto de la ciencia y de la información en disputa

La pandemia es un evento elocuente que muestra el lugar otorgado por una sociedad a la ciencia. Desde el inicio de la pandemia, en Bolivia se promovió el consumo de dióxido de cloro para prevenir y contrarrestar el coronavirus, incluso a nivel gubernamental. El principal difusor fue el alemán Andreas Kalcker, quien terminó impartiendo conferencias en varias ciudades y universidades bolivianas sin presentar evidencias científicas. Como resultado, aún hay personas que siguen un estricto régimen de consumo de dióxido de cloro.

El reto de vacunar a más de 7 millones de bolivianos definirá el curso de la pandemia en Bolivia. El país aplica tres tipos de vacuna, Sinopharm, Sputnik V y Jhonson & Jhonson. En julio de 2021, con la llegada masiva de dosis se ha superado los récords de vacunación diaria. En contraparte, el movimiento antivacunas boliviano está liderado por agrupaciones religiosas, fortalecidas por rumores globalizados y rumores locales que hablan de personas vacunadas convertidas en “hombres lobo”.

El historiador boliviano Nigel Caspa investiga temas de historia económica y social de Bolivia y el Ecuador.

Una llave para afrontar el reto de la vacunación en Bolivia y la posible cuarta ola está en la calidad de la información. La falta de transparencia en el manejo oficial de datos epidemiológicos y la abundancia de fake news han provocado constante desconfianza. La certidumbre ha provenido de fuentes alternativas de periodismo y de análisis de datos, como Muy Waso y @Boligráfica. A través de estas iniciativas se supo que el subregistro de mortalidad de la primera ola duplica las cifras oficiales y, también, se conocen los resultados inmediatos de la campaña de vacunación. Por tanto, los gobiernos deben decidir sobre la continuidad de sus prácticas de información y adopción de campañas estandarizadas, o cambiar de actitud hacia la promoción de canales de alta fiabilidad y campañas de vacunación que tomen en cuenta la diversidad de la población meta.

Como citar este texto:

CASPA, Nigel. Bolivia después de la tercera ola de covid-19 y el reto de la vacunación. In: Revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos (Blog). Publicado en 13 de julio de 2021. Accedido en [fecha].

Coronavirus and History: Textos, ensayos y reflexiones de investigadores de América Latina y otros países sobre la pandemia de COVID-19.

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