- 27 de abril de 2021
Paula Caffarena B. |Universidad Finis Terrae, Santiago, Chile
La actual pandemia que vivimos en torno al COVID-19 ha generado una crisis sanitaria en todos los países que se han visto afectados por el virus. La rápida propagación de la enfermedad, sumado al alto número de enfermos que requieren hospitalización, han puesto en primer plano la debilidad (o fortaleza) de la infraestructura sanitaria de cada país y, por consiguiente, la respuesta que dicha infraestructura ha sido capaz de entregar frente a la presión que sufre el sistema hospitalario.
El deseo de frenar el avance de la epidemia impulsó, desde el comienzo, la búsqueda de nuevos tratamientos, revelando la importancia del desarrollo científico en la contención de la enfermedad. El desarrollo de una vacuna como medio para prevenir la propagación del virus ha estado en el horizonte desde un inicio y ha moldeado las expectativas de los ciudadanos de diversos países, quienes han visto en ella la posibilidad terminar con la pandemia y retornar a una vida normal.
Si bien hoy contamos con grandes avances tecnológicos que han permitido disminuir notablemente el tiempo de producción de las vacunas, éstas, en tanto tratamiento preventivo de la enfermedad, nos remontan a fines del siglo XVIII. Fue en ese momento cuando Edward Jenner demostró científicamente que era posible lograr la inmunidad contra la viruela a partir del cowpox[1]. Desde ese momento, y a lo largo de todo el siglo XIX y XX, las vacunas han permitido el control de enfermedades como la rabia, la tuberculosis o la poliomielitis, logrando incluso la erradicación completa en el caso de la viruela.
Uno de los grandes avances de la vacuna es que permitió disponer de nuevas formas de combatir la enfermedad, poniendo el foco en la prevención de éstas y no solo en la curación. Al mismo tiempo, esto puso de relieve la importancia de su difusión y del diseño de políticas de salud que promovieran su masificación. En 1804, el médico francés Jean Moreau de la Sarthe señalaba que, “el único medio que tenemos en nuestro poder para aniquilar esta enfermedad es la vacunación que hecha universal equivaldría con corta diferencia a la total extirpación de las viruelas”[2]. Esta aspiración universal fue justamente lo que permitió que, en 1980, se pudiera declarar erradicada la viruela, no solo de un país, sino que del mundo entero.
A más de un año de la notificación de los primeros casos de COVID-19, el anhelo de una vacuna se ha hecho realidad. Hoy en día, existen diversas vacunas circulando en el mundo que han permitido inmunizar a ciertos grupos de población en determinados países. Sin embargo, no deja de llamar la atención que, a pesar del carácter global de la crisis, el proceso se haya llevado a cabo con extrema desigualdad. De acuerdo a datos entregados por la Organización Mundial de la Salud, el 56% de las dosis han sido aplicadas en países de altos ingresos en los que residen solo el 16% de los habitantes del mundo. ¿Cómo comprender esta situación si justamente los éxitos que asociamos a las campañas de vacunación precedentes, tienen como denominador común la cooperación internacional y el carácter universal de su difusión?
El proceso de vacunación que se ha llevado a cabo en Chile en los últimos meses, ha mostrado tanto las fortalezas como las debilidades de la vacunación en tanto política pública. La rapidez con que se vacunó entre los meses de febrero y marzo, dio cuenta de la relevancia de contar con una política de Estado en materia de vacunación, política que ha permitido el control de enfermedades como la tuberculosis, sarampión o poliomielitis. A la vez, mostró la relevancia que tiene en este proceso el sistema de Atención Primaria de Salud, dependiente del poder municipal, el cual, a través de sus distintos servicios de salud, ha podido implementar la vacunación a lo largo del territorio. No obstante, la declinación en el rimo de vacunación experimentado en las últimas semanas nos muestra la extrema dependencia de Chile respecto al “mercado” de vacunas, pues la disponibilidad de ellas depende exclusivamente del envío de cargamentos desde otros países.
Lo anterior indica que, a pesar de estos esfuerzos, la aspiración de frenar los contagios en un largo plazo aun resulta lejana y, en consecuencia, el retorno a la normalidad previa a la pandemia aún no se vislumbra. ¿Qué se puede esperar, entonces, del proceso de vacunación?
A partir de nuestra experiencia histórica es posible identificar dos grandes desafíos. El primero consiste en moderar las expectativas respecto a la vacunación. Es importante que tanto las autoridades como la población interioricen que la vacuna no es – y nunca ha sido – una bala de plata. La vacunación forma parte de una política pública orientada a la prevención y para que sea eficaz requiere de otras medidas preventivas que permitan el control de la enfermedad. La experiencia histórica nos enseña que la tan ansiada inmunidad de rebaño solo se ha conseguido por medio de campañas de vacunación sostenidas en el tiempo y con una amplia cobertura de la población.
El segundo desafío implica articular los esfuerzos locales con iniciativas globales, de manera tal de promover la cooperación internacional. El proceso mediante el cual se erradicó la viruela nos enseña que una enfermedad de alcance global no se puede contener exclusivamente a partir de una política nacional. La adquisición de vacunas contra el COVID-19 no puede ser resorte exclusivo de iniciativas gubernamentales aisladas. Se requieren esfuerzos globales y una política de cooperación internacional que rescate el principio de la universalidad de la vacunación que ya a inicios del siglo XIX se promovía con gran claridad.
Finalmente, esta pandemia ha puesto de relieve la importancia de la dimensión pública de la salud. Independientemente de los modelos económicos que prevalezcan, esta crisis ha demostrado que es fundamental robustecer nuestros sistemas de salud pública. Esto implica dotarlos de los recursos económicos y humanos necesarios para garantizar a todos los ciudadanos el acceso a tratamientos para combatir la enfermedad. Al respecto, la historia de la salud pública nos enseña que la construcción de sistemas de salud sólidos y fuertes requieren de un gran esfuerzo estatal. En definitiva, la coyuntura actual ha puesto en evidencia la estrecha relación entre los aspectos sociales, económicos y políticos que se entrelazan en momentos de crisis sanitarias.
[1] Edward Jenner, An Inquiry into the Causes and Effects of the Variolae Vaccinae; a Disease Discovered in some of the Western Counties of England, Particularly Gloucestershire, and Known by the Name of The Cow Pox, 1798.
[2]J .L. Moreau de la Sarthe, Tratado Histórico y práctico de la vacuna, Madrid, Imprenta Real, 1804, p. 264.
Como citar este texto: Caffarena, Paula. Reflexiones desde la historia: problemas y desafíos de la vacunación en Chile In: Revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos (Blog). Publicado en 27 de abril de 2021. Accedido en [fecha].
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Viruela y vacuna La doctora en Historia de la Universidad Católica de Chile Paula Caffarena estudia la difusión de la vacuna contra la viruela en Chile como parte de un proceso global que culminó con la erradicación de la enfermedad.