Israel y COVID-19: Cómo se escribirá en el futuro la historia de la epidemia en este país?

14 de abril de 2021

Leo Corry | Cohn Institute for History and Philosophy of Science, Tel Aviv University, Israel

Desde el inicio de la campaña de vacunación contra el COVID-19, Israel ha liderado desde lejos las estadísticas mundiales. A mediados de abril, más del 60% de la población ya habría recibido dos dosis de la vacuna. Se estimaba poder alcanzar rápidamente niveles de “inmunidad de rebaño”, y el retorno a cierta normalidad en la vida cotidiana se hacía inminente. La campaña israelí ha atraído atención mundial y el país se ha ganado, merecidamente, una admiración global por estos logros.

Con nueve millones de habitantes, Israel ha llevado a cabo la campaña de vacunación más rápida del mundo. Foto: Weizmann Institute of Science 

Asombrosamente, Israel se encuentra sumida al mismo tiempo en una crisis política profunda que—a pesar de la abundancia local de estrategas, comentaristas políticos de gran agudeza y académicos de fama mundial—nadie es capaz de pronosticar cómo se va a poder salir de ella. Al saberse los resultados del proceso electoral de fines de marzo—el cuarto en dos años—quedaba claro que las probabilidades de crear una coalición estable serían casi nulas. Muy probablemente volveremos a las urnas antes del próximo mes de septiembre, y no hay certeza de que tal paso pueda llevar a la creación de una nueva realidad política. Aún si se llegara a encontrar alguna fórmula mágica que posibilite la creación en las próximas semanas de alguna coalición que sea aprobada por el parlamento israelí—la Knesset—es muy probable que se trate de un arreglo inestable que esté condenado (o tal vez sea específicamente concebido) a tener una existencia limitada en el tiempo y en el tipo de decisiones que podría manejar.

En el eje que une estas dos realidades tan contrastantes—campaña de vacunación exitosa y crisis política profunda—se encuentra la figura controversial del primer ministro y líder del partido de derecha Likud, Benjamin Netanyahu. Netanyahu ha servido ininterrumpidamente como primer ministro desde el año 2009 y anteriormente lo hizo entre 1996 y 1999. En el gobierno de Ariel Sharon fue ministro de finanzas entre 2003 y 2005, en lo que se consideró una actuación altamente exitosa. Netanyahu logró introducir reformas que vinieron a sanar males que habían afectado la economía israelí por décadas, incluyendo drásticas reducciones de programas de bienestar social que creaban dependencia, especialmente entre las poblaciones de judíos ortodoxos y ciudadanos árabes. Netanyahu también introdujo reformas tributarias considerables, que significaron un ataque frontal al poderoso sector público israelí, que incluye el sector de salud.

Este es un punto crucial para entender la historia del COVID-19 en Israel, y volveré a él más abajo. Pero dígase por ahora que al llegar al cargo de primer ministro en 2009, cuando ya no contaba con una protección del tipo de la que Sharon le proveía desde la cúpula, y dada la necesidad de crear coaliciones a todo precio, Netanyahu cambió el criterio de sus decisiones económicas, sobre todo en los presupuestos dirigidos hacia las comunidades ortodoxas y sus instituciones. Los pagos de beneficencia para quienes no forman parte central del mercado de trabajo se multiplicaron con el fin de prometer que estos sectores se unirían incondicionalmente a su base electoral y a cualquier coalición que él formase. Los presupuestos generales del sistema de salud, en cambio, siguieron debilitándose, ya que ellos no se asocian con algún sector específico que podría luchar efectivamente ante tales decisiones, y ejercer presión política.

Todo esto se agravó hace algunos años cuando se abrieron una serie de procesos judiciales contra Netanyahu. Después de reportajes periodísticos sorprendentes e investigaciones policiales interminables y, por el otro lado, ataques desenfrenados contra el sistema judicial israelí por parte de los partidarios de Netanyahu, él fue formalmente acusado con tres cargos de corrupción que lo llevaron a las cortes. Por una ironía amarga del destino, el reciente 5 de abril confluyeron los dos acontecimientos en los que Netanyahu es actor central. Por un lado, el presidente de Israel, Rubi Rivlin, inició en su despacho en Jerusalén el complicadísimo proceso post-electoral de consulta con los partidos, para decidir quién sería comisionado con el intento de formar gobierno, con Netanyahu liderando el partido de más escaños, sólo 30 de los 120 en la Knesset. Por otro lado, a sólo dos kilómetros de distancia de ese lugar, se iniciaba también la fase de cuestionamiento de testigos en el juicio de Netanyahu. La ley israelí no permite que quien ha sido formalmente acusado pueda fungir como ministro, pero un extraño vacío en ella no aplica esta prohibición a quien quiera fungir de jefe de gobierno. Muy en contra de su voluntad, Rivlin no tuvo alternativa sino comisionar a Netanyahu con el intento de formación de gobierno, aunque el conteo de los partidos que podrían unírsele en coalición indica que sus chances de éxito son casi nulos.

La motivación de Netanyahu para mantenerse en el poder a cualquier precio no se limita, entonces, al simple deseo de supervivencia política, sino que se alimenta de la necesidad de encontrar la vía posible para evadirse de varios años de prisión que podrían dictaminársele. El nivel de cinismo, corrupción y desconfianza en el sistema político israelí llegó a cumbres nunca antes conocidas y, junto con ellos, a un agravamiento de la segregación creciente, que confronta dentro de la sociedad israelí a tribus esencialmente separadas, con intereses y valores conflictivos, tanto políticos, como étnicos, religiosos, culturales, y económicos.

El COVID-19 llegó al país precisamente en el apogeo de estos procesos. Los diferentes sectores de la sociedad han reaccionado a las decisiones del gobierno—cierres y limitaciones personales, del comercio y del sistema educativo, así como la exitosa campaña de vacunación—desde perspectivas similares a aquellas con la cuales reaccionan ante Netanyahu como líder, ante el tema de sus juicios, y ante la crisis que nos ha llevado un callejón político sin salida. La pandemia y la política han estado íntimamente conectadas, y sólo pueden entenderse al examinar la interacción estrecha entre ellas.

Quisiera contribuir al blog de História, Ciências, Saúde – Manguinhos, reflexionando hipotéticamente sobre la manera en que los historiadores de la ciencia escribirán en el futuro sus investigaciones sobre este período. Dado el carácter global de la pandemia y la manera en que las redes digitales ayudaron a la distribución masiva de información y de desinformación, sabemos todo y mucho sobre la pandemia, pero entendemos poco los mecanismos que la han impulsado y manejado, y cuáles serán realmente sus consecuencias en el largo plazo.

Para analizar procesos de esta envergadura los historiadores prefieren adoptar una perspectiva de años o decenios, y hasta de siglos, para poder sacar a luz y organizar correctamente la documentación necesaria, y apoyarse en herramientas conceptuales novedosas y originales para interpretar los hechos. Historiadores pueden darse lujos que no se les ofrecen en tiempo de pandemia ni a los equipos médicos, ni a los líderes políticos, ni a los administradores a cargo de implementar las decisiones, y mucho menos a los ciudadanos de a pie (todos nosotros) que viven esa realidad directamente y necesitan respuestas inmediatas. Después de mencionar brevemente en lo que sigue algunos trabajos recientes sobre historia de la salud pública y de las epidemias, para indicar ideas que manejan hoy en día historiadores que trabajan en este contexto, me aventuraré a sugerir algunas preguntas que podría considerarse en el futuro al discutir la historia del Covid-19 en Israel.

Historiadores analizan la salud pública

La historia de los sistemas de salud pública en diferentes contextos geográficos y períodos es un tema de considerable atención entre historiadores y sociólogos. Especial interés ha despertado en las últimas décadas su relación con fenómenos como nacionalismo, colonialismo, y etnicidad. En un estudio sobre el colonialismo británico en Australia, por ejemplo, la historiadora Alison Bashford citaba a un burócrata del imperio que a principios de siglo XX explicaba que la búsqueda de la mejoría de la higiene en ultramar consistía en “desarrollar la colonización por medios sanitarios, y por vía de las leyes bien conocidas de la limpieza antes que por la fuerza militar” (Bashford, 2004, p. 1).

Hemos aprendido en los últimos años cómo los esfuerzos para enfrentar problemas de salud en las áreas colonizadas estuvieron vinculados a los intereses económicos de los colonizadores. La salud local no era en primer lugar un fin en sí mismo, sino más bien un requisito previo para el desarrollo colonial. La medicina colonial, o “medicina tropical”, como se la llamó a fines del siglo XIX, se preocupó principalmente por mantener la salud de los europeos que vivían en los trópicos, considerados como esenciales para el éxito del proyecto colonial. La salud de los súbditos colonizados, normalmente sólo se consideraba cuando su mala salud amenazaba las empresas económicas coloniales o la salud de los europeos. En consecuencia, el éxito o el fracaso de las gestiones metropolitanas de salud pública en las colonias se medían más en términos de estabilidad y niveles de productividad económica que en términos de niveles de bienestar físico y mental de la población nativa.

Un foco de especial interés de la historiografía concierne al papel de la ciencia y de la practica médica puesta al servicio, consciente o inconscientemente, del diseño de las fronteras—físicas, étnicas, culturales y simbólicas—entre la naciones que fueron surgiendo y modificándose continuamente, tanto en Europa como en sus colonias desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, así como entre diferentes grupos humanos. Es importante recordar que como parte de la lógica colonial, la medicina científica produce fronteras y distinciones entre colonizadores y cuerpos colonizados y dentro de los cuerpos colonizados, así como entre conocimiento occidental y conocimiento local tradicional (Davidovitch, Nadav and Rakefet Zalashik, 2006).

En este contexto, estudios históricos sobre las pandemias y su papel en la consolidación de las fuerzas del estado sobre sus súbditos tienen su origen en el clásico Plagues and People (McNeill, 1976) que examinó a fondo la influencia de las epidemias en varios episodios cruciales de la historia mundial, enfatizando que enfermedades en general, y epidemias en particular, no son solamente un evento bio-médico, sino uno que está claramente enmarcado y definido por un contexto político, social, y económico. El desarrollo gradual y la huella que una epidemia deja en una sociedad dependen obviamente del número de fatalidades y de otros aspectos que pueden cuantificarse en estadísticas fáciles de presentar, pero no menos importante son los factores psicológicos y culturales, que el historiador tiene el deber de analizar cuidadosamente. Esa será también una de las principales tareas de quien quiera analizar históricamente, en el futuro, el caso del COVID-19 en Israel.

Como ejemplo de estudios más recientes menciono aquí el de Adrián López Denis, sobre la epidemia de cólera en Cuba en 1832-33, y la manera en que ella sirvió de pretexto—basándose en nuevas categorías bio-médicas relacionadas con etnia, raza e higiene pública—para replantear el contrato social imperante en la isla (López Denis, 2003). Al otro lado del mundo y en épocas muy anteriores, el análisis de Asaf Goldschmidt enfoca una serie de epidemias declaradas en el siglo XI al norte de la China imperial por la dinastía Song (960-1279). Goldschmidt aclara cómo el gobierno imperial veía estas epidemias como una seria amenaza que debía ser tratada rápidamente para preservar el mandato celestial del emperador. La respuesta inicial consistió en proporcionar gratuitamente alimentos y medicamentos en las regiones afectadas. Posteriormente el gobierno patrocinó un proyecto a gran escala de revisión, impresión y distribución masiva de libros de medicina, y estableció un monopolio que controlaba las drogas medicinales, como vía fundamental para garantizar un suministro continuo y estable de la sanidad en tiempos de crisis (Goldschmidt, 2007).

Varios historiadores han explicado en diferentes contextos históricos y geográficos, desde perspectivas de este tipo, cómo las medidas de salud pública tuvieron una importancia de primera magnitud al servicio de la preservación del orden político y social. En las circunstancias que rodean la actual crisis que ha vivido Israel a nivel político, económico y de salud (incluyendo el éxito de la vacunación) análisis tales como el de Goldschmidt con respecto a la dinastía Song ofrecen pistas importantes para entender el manejo del COVID-19 en Israel.

Historiadores analizan la salud pública – Israel como caso de estudio

La historia de la salud pública y las epidemias ha atraído también la atención de historiadores que investigan la historia del Medio Oriente y del Estado de Israel desde los primeros años de su creación (1948). De especial interés son las relaciones entre la población árabe local, los inmigrantes judíos desde finales del siglo XIX, y las potencias imperiales—tantos los británicos en el marco del Mandato en Palestina (1922-1948) y como los otomanos antes de ellos (especialmente desde mediados el siglo XIX). Existen también trabajos dedicados a estudiar la relación entre teorías y prácticas biomédicas y el proyecto nacional judío, encarnado en la ideología sionista y su realización, la creación del estado de Israel, y la construcción de una nueva nación, una nueva sociedad y un nuevo tipo de individual judío.

Entre los estudios más destacados figuran los de Nadav Davidovitch, quien—además de tener un doctorado en historia y filosofía de la ciencia por la Universidad de Tel Aviv—es director de la escuela de salud pública en la Universidad de Ben Gurión y miembro del comité profesional de consulta del gobierno en la lucha contra la epidemia. Él ha sido una de las figuras más activas en los esfuerzos por explicar continuamente al público israelí, frecuentemente desde un punto de vista crítico hacia las políticas adoptadas oficialmente, el estado de la epidemia y el significado de las medidas que se han tomado.

En uno de sus artículos, escrito junto con el médico Zalman Greenberg, Davidovitch analiza una epidemia de viruela que estalló en 1921 en la zona de Hebrón, al sur de Jerusalén (Davidovitch and Greenberg, 2007). Fotografías del período archivadas en los Laboratorios Centrales de Salud Pública de Israel revelan que los intentos de los médicos de llevar a cabo una vacunación masiva de los aldeanos encontraron inicialmente una feroz oposición. En el transcurso de la campaña de vacunación, los niños del pueblo fueron escondidos en cuevas y otros escondites en los alrededores por temor a que sean vacunados. Al igual que otras enfermedades infecciosas en esa época, una de las principales vías de infección fue la peregrinación musulmana a La Meca. Las autoridades británicas estimaban, que antes del establecimiento del Mandato en 1992, vacunaciones contra la viruela se llevaban a cabo solo de forma esporádica, y sólo alrededor del 10% de la población local se vacunó alguna vez.

Si bien las vacunas se consideran uno de los logros más importantes de la medicina en el siglo XX, incluso antes del descubrimiento de los antibióticos, a lo largo de la historia de la medicina la inmunización generó frecuentemente una oposición que incluso alcanzó niveles de rebelión civil. En territorios coloniales, la vacunación era vista muchas veces como un esfuerzo más en la vía a la sumisión de la población local. En el caso de la viruela de 1921, a pesar de que el brote fue contenido y eliminado, Greenberg y Davidovitch han documentado las diferentes narrativas que continuaron circulando por décadas con respecto al evento. El curandero local de la aldea árabe , por ejemplo, fue acusado de ser el agente responsable de propagar la enfermedad y causar la muerte de muchos niños. Su encarcelamiento a manos de los británicos no afectó negativamente su popularidad entre sus vecinos, sino más bien, todo lo contrario. Pero en el Medio Oriente, como siempre, los casos son especialmente complejos, porque a la tensión entre las autoridades imperiales y las concepciones locales se sumaba la ya creciente tensión entre la población árabe y la judía, ambas en constante crecimiento a causa de migraciones externas. Este tipo de tensiones volvieron a emerger en el presente, alrededor del COVID-19.

Un segundo tema de especial relevancia concierne al establecimiento desde 1911 de un sistema de “cooperativas de salud” destinadas a servir a la población judía en toda la región de Palestina, y luego en el Estado de Israel desde 1948. Basados en el espíritu socialista que animaba a los primeros asentamientos de pioneros sionistas que llegaron a la Tierra de Israel desde fines del siglo XIX, la Central General de Trabajadores (Histadrut)—uno de los organismos más poderosos de la época que precedió la creación del estado—desarrolló estos sistemas de atención universales destinados a proveer una amplia gama de servicios, así como a crear y administrar algunos de los grandes hospitales del país (Shvarts, 2008). La promulgación de la Ley Nacional de Seguro de Salud de 1994 cambió algunos principios básicos del funcionamiento de estas instituciones, entre otras, a través de la privatización y el estímulo de la competencia. Aunque el ataque de Netanyahu como ministro de finanzas al sector público estaba destinado especialmente a estas cooperativas y al espíritu supuestamente socialista que sus directores todavía pregonaban (aunque implementaban muy parcialmente), se creó una síntesis muy interesante, cuyo verdadero valor se entendió justamente a través de la exitosa campaña de vacunación contra el COVID-19.

La sólida cultura académica médica que se desarrolló a lo largo de los años en el país, los hospitales relativamente bien equipados (aunque cada vez más abarrotados), la competente infraestructura de atención primaria, y el manejo de datos con cobertura nacional y dotación de tecnología de punta—todos estos factores ayudaron a consolidar un sistema de salud pública muy responsivo (aunque no falto de problemas) y a establecer un programa de indicadores de calidad de vida comunitaria, una actualización anual de la canasta nacional de servicios y la provisión de un sólido sistema de investigación y educación. Por otro lado una falta crónica de presupuestos suficientes siguió debilitando el sistema público en el cual las relativamente pocas camas de hospital para casos agudos fueron disminuyendo en relación con el gran crecimiento de la población (Clarfield et al., 2017).

Uno de los rasgos más interesantes de este sistema de salud es su total cobertura del territorio nacional, incluyendo todos los asentamientos judíos en los territorios ocupados, y todas las poblaciones árabes dentro los límites del país, incluyendo asentamientos beduinos irregulares, no reconocidos por el ministerio del interior. Es totalmente claro que esta circunstancia, probablemente única en su envergadura a nivel mundial, proporciona la principal explicación del éxito sin precedentes de la campaña de vacunación, a pesar de que Netanyahu se haya tomado personalmente el crédito absoluto por éste éxito. Igualmente, no cabe duda que las productoras de vacunas de inmunización contra el COVID-19, y Pfizer a la cabeza de ellas, entendieron inmediatamente que Israel ofrecía las condiciones ideales—a nivel médico, administrativo y logístico—para que una vacunación masiva de la población de 9 millones de habitantes, pudiera realizarse con la mayor eficiencia y rapidez, y con la capacidad para evaluar correctamente la eficacia real, y no sólo a nivel de pruebas clínicas, de su producto. Un resultado alentador, como realmente se obtuvo, sería el mejor de los medios promocionales para la compañía farmacéutica involucrada. Por otro lado, en el público israelí se creó una impresión, que nunca fue negada, que la prioridad que Pfizer otorgó al sistema nacional vino a un costo elevadísimo en términos que no se dieron a conocer.

La universalidad de esta presencia del servicio de salud pública en Israel tiene otro aspecto muy relevante a nuestra discusión. Se trata de la presencia dominante de ciudadanos árabes en todas las profesiones de la salud; directores de hospitales y departamentos, médicos especialistas, enfermeras y enfermeros, fisioterapistas, paramédicos y choferes de ambulancia. Este factor le ha proporcionado a la minoría árabe una visibilidad prominente y positiva, que ha conllevado a un posible cambio de actitud en por lo menos una parte de aquella población judía que los veía hasta ahora sólo como enemigos reales o potenciales.

Historiadores futuros analizan la epidemia de COVID-19 en Israel

Los ejemplos presentados en las secciones anteriores son una breve muestra de cómo los historiadores han introducido perspectivas y conceptos novedosos para tratar de desde un punto de vista histórico las relaciones entre salud pública, nacionalismo, etnicidad y otros factores. Cuando los futuros historiadores del COVID-19 en Israel repiensen esta pandemia con los nuevos enfoques conceptuales que se irán desarrollando en la profesión, ellos podrán ayudarse de preguntas como algunas de las siguientes:

  • ¿En qué medida las decisiones del gobierno de Israel sobre cierres, aperturas, cápsulas en las escuelas, limitaciones, distanciamiento social, y también vacunación, se derivaron del instinto de supervivencia legal de Netanyahu, aún al precio de oponerse en algunos casos a las necesidades del bien común?
  • ¿En qué medida, la percepción y respuesta de los distintos sectores de la sociedad israelí durante la pandemia, reflejada en la disposición a participar activamente en el cumplimiento de las decisiones sanitarias oficiales, tuvo que ver con las percepciones de esos sectores para con Netanyahu o para con la naturaleza de su identificación ciudadana para con el estado?
  • ¿En qué medida contribuyó la pandemia al fortalecimiento o al debilitamiento de la imagen y la posición política de Netanyahu ante la crisis electoral-política de esos años?
  • ¿Cuál fue el precio, directo e indirecto, que pagó la sociedad israelí a mediano y a largo plazo por las limitaciones que se impusieron a la economía a raíz de la pandemia?
  • ¿Cuál fue el precio que pagó el estado de Israel y las condiciones que hubo de cumplir por recibir prioridad en las vacunas de Pfizer (y otras si las hubo) y de qué manera se cubrió ese gasto?
  • ¿En qué medida la estructura específica del servicio de salud pública en Israel, y la posibilidad de recibir información bien organizada y analizada sobre la población afectada y luego vacunada, sirvió como motivación directa para que Pfizer decidiera priorizar al país en la distribución de vacunas?
  • En particular, qué información anónima o personal de los ciudadanos pasó el gobierno israelí a Pfizer a cambio de esta prioridad?
  • ¿En qué medida contribuyó la pandemia al acercamiento o al alejamiento entre los diversos sectores de la sociedad israelí? (es decir entre judíos seculares y tradicionalistas, judíos observantes, judíos ortodoxos, árabes, beduinos, inmigrantes de trabajo y otros grupos)
  • ¿En qué medida contribuyó la pandemia al fortalecimiento o al debilitamiento del sistema de salud público y de los presupuestos otorgados por el gobierno? (es pertinente notar que se podría hacer la misma pregunta del sistema de educación nacional, del sistema de beneficencia y apoyo social, etc.)
  • ¿Estuvieron en peligro las libertades civiles ante la mano libre que se otorgó a los organismos de seguridad y las autoridades locales de recolectar información sobre ellos?
  • ¿Cuál fue el precio que pagó la sociedad israelí por la presencia del virus y por las decisiones específicas del gobierno, en lo que corresponde a temas como violencia doméstica, salud mental en general, y desarrollo intelectual y emocional de la población infantil?
  • ¿Cómo influenció la pandemia a mediano y largo plazo el mercado de trabajo y la forma en que el trabajo mismo se realiza, considerando diferencialmente el sector público y los varios segmentos del sector privado, diferentes edades, diferentes niveles de educación, diferentes sectores de la población?

Leo Corry es investigador y profesor en el Cohn Institute for History and Philosophy of Science de la Universidad de Tel Aviv, Israel. https://www.leocorry.com/

Los historiadores del futuro seguirán desarrollando nuevas perspectivas y esquemas conceptuales para analizar la relación entre salud pública, gobierno, ideología y cultura. Es probable que en ese marco surjan nuevos tipos de preguntas que arrojen luz sobre este capítulo histórico que vivimos hoy en día, y sobre los desafíos de las epidemias en general, desde perspectivas que no podemos aún imaginar. Tendría mucha curiosidad por llegar a tener la oportunidad—si el tiempo lo permite obviamente—de ser testigo no solo de los acontecimientos actuales, sino de las opiniones que esas nuevas generaciones de historiadores nos ofrecerán sobre ellos.

REFERENCIAS

BASHFORD, Alison. Imperial Hygiene: A Critical History of Colonialism, Nationalism and Public Health. New York: Palgrave-Macmillan, 2004.

CLARFIELD, A. Mark et al. Health and health care in Israel: An introduction. The Lancet, v. 389, n. 10088, p. 2503-2513, 2017.

DAVIDOVITCH, Nadav and Zalman GREENBERG. Public Health, Culture, and Colonial Medicine: Smallpox and Variolation in Palestine during the British Mandate, Public Health Reports, v. 122, p. 398-406, 2007.

DAVIDOVITCH, Nadav and Rakefet ZALASHIK. Medical Borders: Historical, Political, and Cultural Analyses. Science in Context, v. 19, n. 3, p. 309 – 316, 2006.

GOLDSCHMIDT, Asaf. Epidemics and Medicine during the Northern Song Dynasty: The Revival of Cold Damage Disorders. T’oung Pao, v. 93, p. 53-109, 2007.

LÓPEZ DENIS, Adrián. Higiene pública contra higiene privada: cólera, limpieza y poder en La Habana colonial. In: Leo Corry (org.) Estudios sobre Ciencia en América Latina, Número especial de Estudios Interdisciplinarios De América Latina Y El Caribe, v. 14, n. 1, p. 11-33, 2003.

MCNEILL, William H., Plagues and Peoples. New York: Doubleday/Anchor, 1976.

SHVARTS, Shifra. The Workers’ Health Fund in Eretz Israel: Kupat Holim, 1911-1937. Rochester: University of Rochester Press, 2008.

How to cite this post: Corry, Leo. Israel y COVID-19: Cómo se escribirá en el futuro la historia de la epidemia en este país? In: Revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos (Blog). Publicado en 14 de abril de 2021. Accedido en [fecha].

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